La investigación
Introducción
Hace más de una década, un accidente con una cámara de video MiniDV me obligó a buscar un local de reparación. Encontré varios lugares en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Sobre la calle de Donceles, algo escondida entre librerías de viejo, una pequeña plaza especializada en reparación de cámaras llamó mi atención no sólo por el gran número y variedad de cámaras apiladas en los locales, sino también por lo diverso que eran.
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Estamos acostumbrados a ver en estos aparatos una mediación tecnológica que tiene, por decirlo de alguna manera, una vida y muerte anunciadas. El uso real de los objetos varía enormemente en cada lugar y va más allá de los planes empresariales bajo los que se creó, por eso existen un sin fin de estrategias para mantener funcionando estas tecnologías.
En 2013 inicié la investigación para realizar, lo que hoy constituye la primera parte de este proyecto, un video documental titulado “Obsolescencia (2015)”. En él seguí, del centro al oriente de la Ciudad de México, algunas de las rutas por las que transitan cámaras y televisores al entrar a los circuitos de desuso y segunda mano para entender su “biografía” y, a través de ella, explorar las formas en que las personas trabajan con tecnologías en diversos oficios populares.
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Posteriormente, seguí el flujo de algunos monitores de computadora y electrodomésticos con un comprador de cosas viejas; después, en el mercado de El Salado; luego, con una familia de recicladores en la colonia Renovación —donde se pone el mercado de Las Torres en Iztapalapa—; para terminar, con los obreros de una planta de reciclaje en el Estado de México, donde las cosas y su uso dejan de ser de la forma en la que fueron creadas para ser desarmadas y reconstituirse con otros objetos.Lo que no puede volver a ser utilizado de ninguna manera, que es un porcentaje muy alto, se desecha, de forma poco óptima.
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Después de un tiempo, entendí que la obsolescencia tiene un papel mucho más complejo y variado. En un inicio la pensaba como una “antagonista” de la reparación que amenaza la existencia de los talleres y solo deja, en el mejor de los escenarios, espacio para recuperar algunos pocos componentes. Sin embargo, a pesar de su importancia, la obsolescencia es solo una de las partes que componen el universo de la tecnología y su uso en la vida cotidiana, aun cuando es cierto que algunos talleres han desaparecido, no opera únicamente como “enemiga”: tiene más matices y zonas grises.
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Los clientes llegan con frecuencia a los talleres populares después de que los espacios oficiales (por ejemplo de Nikon o Apple) no pudieron solucionar su problema —por costos, tiempos de entrega, ubicación o porque el aparato ya está discontinuado— y esperan que en estos talleres, los puedan intervenir para utilizarlos por más tiempo. Con el tiempo fue necesario ampliar la investigación. Sin embargo, lo más valioso es lo menos visible en la superficie: la reparación como cultura y práctica laboral. En ellas se articulan los saberes que se construyen en los talleres, las dinámicas de colaboración y solidaridad familiar, y la creatividad para subvertir las problemáticas del día a día.
En este sentido, la investigación se moviliza en dos escalas de análisis: la primera se concentra en los actores sociales de la reparación popular, su vida cotidiana, prácticas laborales y las formas en la que construyen conocimientos sobre tecnología; la segunda busca entender los vasos comunicantes entre la industria global de la fotografía con sus prácticas económicas y los mercados locales en los que estas se reimaginan, al menos, parcialmente.
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Motivos
Los reparadores además de tener los conocimientos, habilidades y destrezas para arreglar lo que falla, deben tener en cuenta y entender cómo funcionan simbólica, social y comercialmente las generaciones de tecnología. Si bien este tipo de trabajos tienen raíces artesanales profundas y son cotidianos en América Latina, por lo regular, suelen ser invisibles en un mundo en el que es más común poner atención en la producción de lo “nuevo” que en los mecanismos y esfuerzos por medio de los cuales se usan, sostienen, permanecen, circulan y siguen funcionando los objetos y saberes en el mundo social.
Desde este ángulo, puede ser una forma de resistencia para rechazar los ciclos planificados por las empresas y criticar el despilfarro y desaprovechamiento de recursos por medio del reúso de las cosas que ya tenemos a la mano. Otra de las motivaciones se encuentra en la capacidad de resolución con la que los reparadores transitan continuamente entre el trabajo estandarizado y el artesanal, para extender o transformar la vida útil de estos objetos. Cuando las cosas se estropean, hay posibilidad, aun cuando el espacio es mínimo, para inventar nuevas soluciones.
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El taller
de la familia Serrano
A lo largo de la investigación me aproximé a las trayectorias de vida de tres reparadores David, Marcos y Cuauhtémoc Serrano. Ellos me permitieron observar las conexiones y tensiones que existen entre la reparación local y la industria fotográfica, así como las distintas tácticas para asimilar y utilizar a su favor las estrategias comerciales que limitan el tiempo de uso de aparatos, como cámaras y teléfonos celulares.
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En cuanto a la dimensión laboral, puede observar la organización familiar, las dinámicas de trabajo, las formas de construir conocimientos para enfrentar los retos del día a día, y las diferencias entre cada uno de los miembros de la familia Serrano. Que sus talleres todavía se encuentren en el centro y tengan conexiones con mercados y tianguis del oriente de la metrópoli no es gratuito. Si bien el primer cuadro del centro histórico tampoco está exento de la gentrificación, en lo general ha resistido sus embates y continúa siendo un espacio fundamental para la economía no hegemónica.
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Los matices
Muchas veces la obsolescencia puede ser también un motor que moviliza la continuidad de la reparación popular y la sitúa como un mecanismo para intentar responder y contrarrestar la duración del uso limitado por los fabricantes, en favor de quienes utilizan regularmente dispositivos como cámaras y teléfonos celulares.
Los mercados locales
La reparación y el mantenimiento son prácticas poco estudiadas en América Latina, estas se articulan con los cambios tecnológicos, la circulación del conocimiento, la cultura popular y el cuidado del medio ambiente.
Para inventar soluciones nuevas
Si bien es verdad que en los tiempos que corren mucho es “cambiar piezas” —porque los componentes vienen por bloques, la posibilidad de construir es mínima, y los aparatos son discontinuados pronto— el asunto es saber cómo conseguir las piezas, aprovechar los sobrantes de otras reparaciones y la consolidación de una red de intercambio con los talleres oficialesnto, la cultura popular y el cuidado del medio ambiente.
Trayectorias de vida
Cada uno pertenece a una generación distinta, y da cuenta, no solo de su relación particular con las tecnologías con las que trabajan y sus principales transformaciones, sino también de las diferentes estrategias que encuentran para sobrepasar las dificultades y continuar trabajando.
La economía
no hegemónica
El centro para la reparación, en particular, es un punto neurálgico; por una parte, junto con la red de tianguis del oriente de la ciudad, constituye una de principales zonas para encontrar refacciones y herramientas para un gran número de tecnologías (desde componentes para máquinas de escribir hasta tinas de lavado ultrasónico para celulares); por la otra, concentra diversos talleres populares especializados en reparar múltiples objetos (desde guitarras y bocinas, hasta cafeteras industriales).